24.6.09

Momento


Dicen que las palabras se las lleva el viento. Y por lo efímero de este momento,
me permito escribir. Solo eso. Palabras que pueden quedar, como no, de aquella sensación de cansancio y deseos de abrazar. Abrazar la energía, del extrañar, extrañando.
Abrir la caja de los recuerdos con esa nostalgia que invade el pecho apretado, miedoso,
en esa tan conocida sensación de incertidumbre que roe seguridades, caretas y personajes.

Quién, cómo , donde, cuando, por qué.
Preguntas sin respuesta en este espacio y en esta fracción de segundo. Del no saber dónde estoy, o quién soy yo. En la intensidad de la marea autoimpuesta, en la maraña de sensaciones, de esas inconscientes.
Quizás no quiera más certeza. Angustia, que me desconecta de mí mismo, y de la paradójica permanencia del cambio y del fluir.
Y ese descarnado miedo a asumir la no-certeza, que finalmente me transporta a los colores, olores y sabores de antaño. A la memoria. Al mirar hacia atrás, qué ha sido de mí, qué ha sido ese mundo que alguna vez construí. Hurgando - entre curioso y temeroso- en esa caja, donde sí me puedo sentir cobijado, abrazado.
Unido por aquellas fotografías que se reflejan en mi rostro, con el nudo en la garganta.
Unido con un par de papeles y agendas, dedicatorias, despedidas, cartas de amor, postales, boletas desteñidas, y dibujos en roneo.
Y estaban allí, como si supiesen que en algún momento iban a ser contempladas, buscadas, acariciadas. Tal vez en un inasible instante como éste. De incertidumbre, del miedo a entregarse, a fluir, de intentar tener todo obsesivamente bajo control y que repentinamente se desvanezca todo.

Como estas palabras al viento.

Sin embargo, sí fluía, entre esas cartas amarillentas, hojas sueltas, fotos con muchas sonrisas jugando a adivinar algún sueño de niñez, o ilusión de lo que "puedo llegar a ser".

Así era.
Desde aquel pasajero momento donde mi memoria se instala, queda la emoción de mirar atrás, junto a las palabras que aquí escribo que se desvanecen calmas en la marea.
Sin traumas, rencores, miedos ni dolores. Solo el nostálgico ejercicio de refugiarse en los recuerdos, si algo anda mal. Solo para tomar una pausa y recordar quien fui, y qué quería en la vida, para luego decirme a mí mismo aquí y ahora, éste soy yo.

Y que aún conservo sueños e ilusiones.