Y...
Pasó todo el estrés que tenía que aparecer por estas fechas. Pasó el peor día, pasó la aciaga mala suerte. Improvisé lo que tenía que improvisar, puteé lo que tenía que putear y bebí lo que encontré...
Llovió lo que tenía que llover y ahora las nubes del cielo se preparan para moverse en otra dirección. Hace frío; el caos queda cada vez más lejos y, de cerca, se huele aquella ansiada calma. Al menos por estos instantes. Al menos al escuchar el sonido de las teclas, cuando la canción se termina y solamente permanece el etéreo silencio.
Pedacitos de silencio, retazos de calma que se confunden en la marea, atiborrada de luces estresantes, almas en pena, muertos en vida, motores y máquinas. Que a veces se pierden irremediablemente. Y pasa lo que tiene que pasar. Mala suerte, improvisaciones, una que otra catástrofe. Y el ir al rescate de la calma, esos pequeños momentos de bienestar, definitivamente no tienen precio. Carpe diem total y absoluto. Vamos que se puede.
No me iré a la cresta. Esta vez nadie se irá a la cresta. Espero.
Sigue haciendo frío; el café se enfría rápidamente.
Saludos!!!
Fecha original del post: Mayo 2005.